La Cuaresma
La antesala de la Semana Santa de Puente Genil es su esperada Cuaresma, vivída intensamente en nuestra ciudad. Comienza el Jueves Lardero, anterior al Miércoles de ceniza. Se inicia, así, un período de cuarenta días marcado por las celebraciones religiosas, llamadas en función de su duración, Triduos o Quinarios, que en honor de sus imágenes titulares organizan Cofradías y Hermandades.
La cuaresma está representada por una curiosa estampa de la imaginería popular. Una vieja mujer que sostiene un bacalao en la mano y una cesta con arenques y verduras en la otra – comidas propias de los tiempos de cuaresma -. De su falda sobresalen, igualmente, siete patas. Auténtico calendario de la cuaresma, la vieja constituye una medida del tiempo singular, contándose las semanas no por días sino por sábados.
Introducida entre finales del siglo XIX y principios del XX por la Corporación biblíca de “La Judea”, es un fiel reflejo de la capacidad de adaptación y sincretismo de la mananta, pues su origen y mayor difusión se encuentra en zonas de Cataluña, Pais Vasco y Baleares.
Pero el acontecimiento más singular de nuestra cuaresma lo constituyen los Sábados de Romanos. Cada sábado de cuaresma y hasta el Domingo de ramos tiene lugar la “subida a Jesús”. Esa noche, al compás de los pasodobles de la banda de música del Imperio Romano, los hermanos de esta corporación desfilan en formación, precedidos por bengalas y vistiendo túnicas de colores. Una muchedumbre los acompaña en su recorrido desde el barrio bajo hasta la explanada del Calvario, donde se encuentra la ermita de Ntro. Padre Jesús Nazareno y donde, una vez allí, sonarán los acordes del tradicional Miserere.
A lo largo de la subida, cada una de las corporaciones va ocupando un lugar o espacio determinado, dirigiéndose al Calvario de forma pausada entre la charla amistosa, la “uvita” compartida y el cántico de las cuarteleras, esa saeta llana, dialogada, que llega al corazón de quien la escucha y sirve de oración para el pontano.
De vuelta al Cuartel un hermano arrancará una pata a la vieja en un ritual que adquiere diversas formas según cada corporación, pero en todas, constituye el momento culminante de los “sábados de romanos”.
Por todo ello, es en la cuaresma, donde cabe entender el fervor de este pueblo y su pasión por la Semana Santa. Y es también ahora cuando el visitante siente que hay algo inexplicable en todo esto. Asombro, contrariedad, admiración, rechazo, en cualquier caso, a nadie deja indiferente.